Gli insegnanti della scuola statale in Catalogna protestano
contro il protezionismo della scuola privata.
TRIBUNA / ENSEÑANZA
Educación y liberalismo
El articulista hace una valoración de
la Logse después de 10 años de su firma y asegura que supone la plasmación en
el ámbito educativo de las normas liberales de la economía
JUANJO SOTELO
Recientemente se han cumplido diez años de la firma de
la Logse, conocida popularmente como reforma educativa. Esta ha supuesto la
plasmación en el ámbito educativo de las normas del liberalismo económico.
Nuestros políticos nos hicieron creer a finales de la década de los ochenta que el paro juvenil era fruto de una escasa etapa de escolarización obligatoria y de su precaria formación.
Para ello, el primer problema a abordar fue el de otorgar al nuevo sistema una prolongación de la escolarización obligatoria. Quedaba sólo por diseñar la segunda columna del sistema: dignificar la formación profesional y actualizarla ante la demanda del incipiente mercado.
A ello se añadió que a lo largo de toda la escolarización obligatoria el alumno tuviera una formación de base técnica. Fue bautizada como asignatura de Tecnología. Hoy dormita pervertida en una serie de habilidades manipulativas, tal y como predican los defensores de esta ley.
Los problemas que subyacen en estos planteamientos ya han sido sufridos en las carnes de docentes, alumnos y equipos directivos de centros. Se ha preferido el aligeramiento uniforme de programas, provocador de esperpénticas incoherencias, en lugar de potenciar el trabajo y una promoción del alumnado según sus saberes y actitudes. Esta es la única fórmula posible de sacar a nuestros alumnos de la marginación a la que han abocado los que propugnaron la Logse.
La ampliación de convenios educativos del Estado con la enseñanza privada ha sido la tónica que ha definido estos últimos años. Este proceso de privatización ha abierto una veta para la expresión del liberalismo social: la diferenciación social partiendo del origen económico.
Hace escasas fechas recibimos el dato que confirmaba la dinámica de estos cursos: la pérdida del alumnado de la escuela pública frente al proteccionismo de la privada.
Aún serán mayores los conflictos que se avecinan: el concurso de traslados y la recolocación de profesores. Entonces, ¿de qué ha servido un incremento de 6.035 docentes en la secundaria desde 1995?
Nuestra escuela no sufre de falta de profesionalidad. Todo lo contrario. Lo poco salvable de esta enseñanza es gracias a nuestros docentes. Ante todo nuestra escuela está gravemente enferma del liberalismo. Ya ha reiterado el sindicato CSI-CSIF desde el Consejo Escolar de Estado, hasta en las mesas de negociación, que cabe reestructurar esta ley.
Ahora, tomando como punto de partida las conclusiones del Congreso Nacional de CSI-CSIF, la revisión salarial y las condiciones de trabajo que corresponden a un sindicato profesional, se han sumado los docentes. Acció per a la Millora de l Ensenyament Secundari (AMES), Federación de Asociaciones de Español (FASPE) y la Asociación de Catedráticos de Secundaria (ACESC-ANCABA) también están aportando las soluciones académicas necesarias. Estas alternativas profesionales, surgidas de las aulas, son las que deben escuchar nuestros gobernantes para acabar de perfilar la revisión del currículum.
Resulta harto paradójico constatar en visitas a centros escolares cómo los docentes, de marcado carácter progresista, claman por una intervención del Estado que rectifique la ley y mejore sus condiciones laborales.
Que se convenzan nuestros gestores. De nada sirven campañas publicitarias sobre las vallas de nuestros centros ofreciendo todo tipo de servicios educativos a sus clientes.
El premeditado descrédito hacia los profesores más destacados del sistema, que huyen hacia la jubilación, ha sido la herramienta empleada por los que suscriben esta ley. Se ha malgastado aquello más apreciado en cualquier empresa: la experiencia docente y los años dedicados al estudio y al estricto cumplimiento de tareas profesionales: docencia, tutorías y gestión de centros.
La refundición de la Logse pasa por tomar consideración de la cultura (científica, artística y humanística), la transmisión de este saber y en qué condiciones laborales se ha llevado a cabo.
Juanjo Soleto es doctor en Filología y miembro del sindicato de funcionarios CSI-CSIF.